15 Palabras de esperanza

El versículo que estaremos analizando está en 2 Corintios 5:21 y dice así: «Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en Él».

La Biblia establece claramente que todos los seres humanos somos pecadores por nuestra naturaleza y por nuestros hechos. En verdad, todos somos pecadores desde nuestro nacimiento. Por esto, nacimos alienados del Dios santo, quien no puede ver el pecado ni tener compañerismo con los pecadores. Esta alienación a causa del pecado nos priva de conocer a Dios. Él es demasiado Santo como para tener algún tipo de relación con los pecadores que no sea la del rechazo hacia ellos.

El resultado de tal rechazo a través del tiempo es el ateísmo y una eternidad transcurrida en el infierno. Por tanto esta alienación en la cual nace todo ser humano es un tema serio. Esto quiere decir que cada uno vive su vida sin Dios y si muere en esa condición, pasará la eternidad atormentado sin Dios.

Tal realidad muestra que el virus mortal y peor en el mundo no es el virus del VIH sino el virus del PECADO. Al igual que el virus del VIH, este mata a todos los infectados. Sólo que a diferencia del virus del VIH, este virus infecta a todos los humanos. Mata no sólo con el tiempo sino por toda la eternidad; mata no sólo físicamente sino también espiritualmente. Para el virus del VIH no hay cura; pero afortunadamente, sí tenemos una cura para el virus del PECADO. Dios ha dado la posibilidad a los pecadores de recibir sanidad total y completa al punto que pueden reconciliarse con Dios y tener comunión eterna en su presencia.

Tal realidad muestra que el virus mortal y peor en el mundo no es el virus del VIH sino el virus del PECADO. Al igual que el virus del VIH, este mata a todos los infectados. Sólo que a diferencia del virus del VIH, este virus infecta a todos los humanos. Mata no sólo con el tiempo sino por toda la eternidad; mata no sólo físicamente sino también espiritualmente. Para el virus del VIH no hay cura; pero afortunadamente, sí tenemos una cura para el virus del PECADO. Dios ha dado la posibilidad a los pecadores de recibir sanidad total y completa al punto que pueden reconciliarse con Dios y tener comunión eterna en su presencia.

En 2 Corintios 5:21 se nos dice cómo. Las quince palabras griegas en este versículo traducido al español definen cuidadosamente y ponen en equilibrio el misterio de la reconciliación. Ellas nos muestran la esencia de la expiación. De hecho, este versículo único es el corazón de la buena nueva. Es la verdad más poderosa en las Escrituras, porque contiene y explica cómo los pecadores se pueden reconciliar con Dios. Aquí se resuelve la paradoja de la reconciliación. Aquí se soluciona el misterio y el enigma, se responde. Es aquí donde encontramos cómo la justicia santa y el amor perfecto se satisfacen, cómo la justicia y la misericordia pueden estrecharse mutuamente. La verdad de esta oración única y corta resuelve el dilema más profundo sobre cómo Dios puede reconciliarse con los pecadores.

Cuando la obra se consumó y cuando Jesús mismo se había ofrecido y satisfecho la justicia de Dios, Dios «también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla… y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor» (Fil. 2:9-11). Esto es lo que usted cree y este es el Evangelio. Cuando cree el Evangelio por fe, Dios en Su misericordia le imputa la justicia de Cristo porque sus pecados le fueron imputados a Cristo cuando murió en la cruz. El Padre lo conoció cuando el Hijo murió. Su nombre fue escrito en el Libro de la Vida del Cordero antes de la fundación del mundo y la expiación que Cristo obró fue por usted.

Entonces, usted vino a creer y a recibir la justicia imputada. Ahora usted vive en esta vida en la presencia de Dios y finalmente en la eternidad con perfección absoluta. Eso es el Evangelio. El benefactor es Dios: Este es Su plan y surge de Su amor. El sustituto es Jesucristo, quien tomó su lugar; el Dios-hombre perfecto. Los beneficiarios somos todos nosotros por los que Él murió, aquellos quienes crean. El beneficio es que recibes la justicia de Dios que se te imputa como si fueras igual a Jesucristo en santidad y algún día, serás santo. Pero hasta entonces, la justicia de Dios en Cristo te cubre y llega a ser tuya sólo a través de tu fe en Jesucristo.

Escrito por John MacArthur.
del sitio web gracia.org
Escuche el programa: Gracias a Vosotros.
A las 2:00 de la tarde.
Por Radio Cultural TGN.