Obedezca a Dios y vea cómo actúa en su vida.

Llevaba solo 11 meses sirviendo en una iglesia de Bartow, Florida, cuando el Señor empezó a hablarme de venir a Atlanta. Esa petición me pareció bastante ilógica en ese momento.

Me habían enseñado que, para ser un pastor eficaz, hay que ir a un lugar y quedarse mucho tiempo allí. Sin embargo, sabía que Dios me estaba diciendo que me marchara.

Durante unos cuatro meses le di a Dios muchas razones por las que no podía hacerlo: no era razonable. No era la forma en la que me habían entrenado. No era lo que yo quería hacer. Mis colegas pastores podrían pensar mal de mí. Pero Dios no cambió de opinión en absoluto. Siguió presionando mi corazón para que hiciera lo que Él decía que hiciera.

Al final, se me acabaron las excusas y acepté su llamado a mudarme a Atlanta. Ahora, a menudo pienso en lo que me habría perdido si no hubiera dado ese paso de obediencia ciega.

Las peticiones de Dios son a menudo peldaños hacia las bendiciones más fantásticas y las experiencias más increíbles de nuestras vidas.

Con todo, a veces no damos el primer paso, porque pensamos que lo que Él nos pide no es en realidad tan importante. Pero para Dios, ese primer paso es a menudo un gran salto hacia el crecimiento y la bendición que nos cambian la vida.

Uno de los ejemplos más interesantes se puede ver en la vida de Pedro, un pescador de oficio.

En Lucas 5, leemos acerca de una mañana en la que Pedro estaba haciendo una tarea rutinaria relacionada con su trabajo, como lo era limpiar las redes después de una noche de pesca. El Señor Jesús estaba cerca enseñando, pero como la multitud crecía, la gente se apretujaba a su alrededor en la orilla del lago. Así que el Señor subió a la barca de Simón Pedro y le pidió al pescador que le llevara al agua (Lc 5.1-3).

Era una petición sencilla y Pedro obedeció; dejó lo que estaba haciendo y llevó a al Señor Jesús un poco lejos de la orilla (Lc 5.3).

Pero el resultado de la obediencia de Pedro es lo que más me interesa.

Cuando Jesucristo terminó de predicar, le pidió a Pedro que echara las redes. Pedro había estado allí la noche anterior y había vuelto a casa con las manos vacías. Pero de todos modos hizo lo que le dijo el Señor.

De repente, Pedro tenía dos barcas que se hundían llenas de peces (Lc 5.5-7). Estaba tan asombrado que, cuando llegó a la orilla, lo dejó todo y siguió a Jesucristo (Lc 5.11).

La historia de Pedro tiene mucho que enseñarnos sobre la obediencia, en particular la importancia de dar el primer paso.

Obedecer a Dios en asuntos pequeños, o al parecer irrelevantes, es un paso esencial hacia sus mayores bendiciones (Mt 25.14-29). A menudo, esas bendiciones llegan como resultado de  decidir hacer algo que parece muy insignificante y sin importancia.

Cuando Dios le dice que haga algo, responder pensando para sí: “Oraré al respecto” o “Bueno, necesito buscar consejo”, no es la respuesta. Cuando Dios dice con exactitud: “Esto es lo que quiero que hagas”, la única respuesta correcta es “Sí, Señor”.

No estoy diciendo que nunca deba orar acerca de las peticiones de Dios. Buscar el consejo de Dios o la confirmación bíblica es un paso útil e importante cuando no estamos seguros de haberlo escuchado bien. Pero muchas veces ya sabemos con exactitud lo que Él está diciendo.

Cuando lo tenemos muy claro, la respuesta correcta es sí, sí, sí a lo que Él nos pida (Lc 5.5).

La historia de Pedro nos enseña algo más. Las bendiciones de Dios por la obediencia serán a menudo inesperadas, como el asombroso excedente de peces de Pedro y su vida transformada. Y, lo que es más, las recompensas se extendieron a los que lo rodeaban.

Piense en los otros pescadores que compartieron la pesca (Lc 5.7). Aquel día volvieron a casa con un regalo inesperado del Señor. No solo habían recibido provisiones, sino que también habían recibido un gran estímulo.

Incluso la multitud, que quizás podía oír mejor a Jesús cuando Pedro hacía lo que se le decía, fue bendecida aquel día. El Señor siguió enseñándoles desde la barca de Pedro, y ellos siguieron escuchando (Lc 5.3).

Cuando usted obedezca a Dios, Él hará de usted una bendición para otras personas (Dt 7.9).

Por ejemplo, la obediencia de un padre mejorará la vida de sus hijos. La obediencia de un pastor ayudará a su congregación a prosperar. Un vecino piadoso trae bendiciones que toda la comunidad disfruta. Y cuando una persona en un negocio toma en cuenta al Padre celestial, los demás también se benefician.

Si usted y yo somos obedientes a Dios en cualquier cosa que Él nos llame a hacer, esa bendición se extenderá a la gente que nos rodea.

Por último, obedecer al Señor permite demostrar el poder de Dios en nuestras vidas.

Tan solo piense: Ese sencillo acto de obediencia de Pedro condujo a un milagro allí mismo en el barco. ¡Nunca había visto tantos peces en su vida! Lo que presenció hizo que la fe de Pedro se disparara, y fue el comienzo de los tres años más emocionantes que nadie podría vivir, caminando con el Señor Jesucristo todos los días.

Fue Pedro quien más tarde hizo una de las mayores declaraciones de fe registradas en las Sagradas Escrituras, cuando respondió a una pregunta del Señor Jesús diciendo: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente” (Mt 16.16). Y Jesucristo declaró que Pedro había sido bendecido por el Padre celestial con tal conocimiento (Mt 16.17, 18).

¿Quiere usted ser bendecido? Obedezca a Dios en las cosas sencillas de la vida, así como en las difíciles.

Usted y yo estaremos asombrados por completo de lo que Dios hará si lo obedecemos.

Aun cuando sea irrazonable o incómodo, aun cuando sea bastante inconveniente, aun cuando no quiera y no le guste, obedézcalo de todos modos. Siempre valdrá la pena.

Escrito por el Dr. Charles F. Stanley.
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